Experiencias manifiestas

Experiencias manifiestas

Salgo de la boca de metro de Tirso de Molina y me dirijo hacia Las Cortes, me quedo muy lejos, un grupo de unos veinte antidisturbios sin identificación, con casi una decena de lecheras, nos aguardan al principio de San Jerónimo con Sol. Empiezo a entender que va a ser complicado acercarme a las Cortes, aunque oigo a los leones desde donde estoy, si esto fuera Game of Thrones, saldrían de su encierro y arrasarían el parlamento abriéndose paso a dentelladas. Pero cualquier lugar es bueno, así que me sitúo cerca de ellos. Os miro a la cara uno a uno, registro vuestras expresiones ante los acontecimientos, me quedo parado más de una hora sin moverme de mi sitio, con las manos en los bolsillos, mirándoles, sin pronunciar palabra alguna, tratando de empatizar con ellos, que cojones pasa por su cabeza, por qué algunos tienen la sangre tan oscura. Voy observando su baile de movimientos, memorizando sus caras, identificando quien es el que manda, aquel grandote de mirada concentrada, manteniendo la calma, contenido y en su sitio. No parecía un mal tipo.

Luego estaba el que trata con la gente que quiere pasar a sus casas, con paciencia infinita, la verdad sea dicha.

O los antidisturbios os hacéis como los Amish, y vivís solo entre vosotros, o vais a ver vuestro muro derrumbándose, vuestro entorno resentido, pagando con creces vuestra cobardía. Ser hijo de antidisturbios será insulto coloquial, y sí, es verdad, todavía no ha llegado ese momento, pero llegarán, y llegarán otros, cuando dejéis vuestro trabajo y pare la actividad frenética, os desliguéis con hilo fino de vuestros ex-compañeros, y vuestro karma se abalance sobre vosotros. Recordad que la culpa la estáis escribiendo de propio puño ahora. La lepra con sangre entra.

Tendríamos que ir, día tras día, y memorizar sus caras, todas ellas, saber quienes son los perros de presa. Identificar a los topos convertidos en manifestantes en primera línea de playa, curioso eso de jugar uno sólo creando disturbios que luego antidisturbias, los daños colaterales que importan. Los vencedores son los que redactan la historia. Un tipo puede que se quede bien jodido pero qué más da, os habéis ganado ochenta euros. Felicidades.

Sentimos lo de la paga de navidad.

Y me da por pensar que nos tienen más miedo a nosotros que nosotros a ellos. Que estar ahí plantados delante de tanta gente, algunos insultándolos, pero otros sacando alguna sonrisa con algún cántico improvisado, era un recordatorio continuo de que están tomando decisiones incorrectas, que bajo la pila de platos de las auto-justificaciones hay algo que late y que sabe la verdad, que se están equivocando de lugar, cada vez que les recordamos si su familia estarán orgullosas de ellos. Supongo que algunas familias si, como la del antidisturbios que estaba a la derecha, si mis ojos no me fallan ese tipo no es el problema, en todas las familias de lobos a veces sale uno blanco.

Veo amargura en casi todos vosotros. Nos odiáis, mucho más que nosotros a vosotros, porque nuestro verdadero odio está muy por encima de vosotros, sólo sois perritos fieles. Mi lema es: no les des la satisfacción de que te toquen. No es muy difícil ser más listos que ellos, no seamos tontos.

Yo también me siento amargo, pero se pasará rápido, encontraré nuevas fuerzas, yo no tengo que cargar con vuestro insomnio, ni filtrar la basura que os echáis a vosotros mismos.

La excusa de cumplir órdenes ha quedado demostrada de nuevo, que bien no ser el responsable de vuestros actos. Lo malo no es sólo que las cumpláis, es que deseéis que se os den esas órdenes. Y no sois todos, hoy lo he visto, pero de momento sois una anécdota, una minoría que no llega a un escaño. Suerte y haceros un titular.

No quiero entrar en las Cortes, tranquilos, detesto los lugares pequeños con el aire viciado, quiero que salgáis para ver lo que hay fuera, para que despertéis de vuestros juegos de poder y os hagáis de una vez responsables de vuestros actos. No os deseo ningún mal, solo conciencia.

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